Greenpeace
denuncia que la agricultura basada en semillas modificadas genéticamente y el
uso masivo de agro-tóxicos afectó la calidad del suelo cultivado, aumentó los
costos de producción y puso en riesgo la salud de agricultores, comunidades
rurales y consumidores. Este es el listado de mitos más difundidos sobre los
transgénicos y sus soluciones.
MITO: “Los
cultivos transgénicos pueden alimentar al mundo.”
FALSO: Apenas
cinco países poseen el 90% de las tierras cultivadas con transgénicos. Hay dos
tipos de cultivo, soja y maíz, que suman el 80% del cultivo transgénico a nivel
mundial. En Argentina, ocupan más del 70% del territorio cultivable.
Recolectada la cosecha, el 25% se exporta, mientras que el resto se procesa,
principalmente para utilizarse en alimento animal, biocombustibles o aditivos
de alimentos y bebidas industriales.
Solo el 15% de la producción es para consumo interno.
SOLUCIÓN: La
agroecología busca producir comida donde hace falta. Mientras haya más diversidad en el campo,
habrá más diversidad en el plato. La
agricultura ecológica requiere de conocimientos locales profundos pero de pocos
insumos externos y combustible fósiles.
MITO: “Los
cultivos transgénicos son más productivos.”
FALSO: Una
plantación que período tras período incrementa el usode agroquímicos no es
sinónimo de productividad. Cada año sufren presiones de plagas y cambios
críticos en el medio ambiente.
SOLUCIÓN: La
agroecología logra un rendimiento más estable a través de la diversidad de
cultivos. Son sistemas productivos mixtos, ganadero-agrícola, que no dependen
de insumos químicos y por ende cuentan con un gran diferencial en su margen de
ganancia.
MITO: “Los
cultivos transgénicos son seguros e inocuos.”
FALSO: No
existe consenso científico sobre la inocuidad de los alimentos transgénicos. De
hecho, en 2015 más de 300 investigadores independientes firmaron un pedido
público para que por seguridad se evaluara caso por caso. La inseguridad de
este producto no solo yace en su composición, sino en que son introducidos para
tolerar agroquímicos, que luego contaminan el agua, el suelo, el aire y las
comunidades cercanas.
SOLUCIÓN: Es
necesario reducir la exposición de los alimentos a los plaguicidas tóxicos
progresivamente, tendiendo a su eliminación; debemos llegar a acuerdos legales
y controles efectivos.
MITO: “Los
cultivos transgénicos son mucho más rentables para los agricultores.”
FALSO: En los
últimos 20 años los precios de las semillas transgénicas han aumentado en
comparación a las convencionales, ya que estas semillas GM están protegidas por
patentes. En Argentina el 50% de la
producción de soja transgénica está controlada por el 2,6% del total de
productores.
SOLUCIÓN:
Remplazar la mayor cantidad de insumos externos es un estrategia que permite bajar los costos de
producción. Los agricultores ecológicos conservan y seleccionan la mejor
variedad propia de semillas, las intercambian entre colegas y de esta manera no
dependen de las grandes empresas. Además, sus prácticas agrícolas ofrecen mayor
cantidad de empleo y suman un valor agregado a su producto. Esto promueve
autonomía y estabilidad económica.
MITO: “Los
cultivos transgénicos son clave para convivir con el cambio climático.”
FALSO: La
ingeniería genética no ha producido cultivos que sean resistentes a las
inundaciones o altas temperaturas, no existen cultivos transgénicos a prueba de
sequía
SOLUCIÓN: La
agroecología ofrece un sistema agropecuario donde cuidar la salud del suelo es
uno de los pilares. Frente a una sequía
o inundación el suelo tiene mayor capacidad de resiliencia y así puede
adaptarse mejor a cualquiera de los dos eventos.